Queridos
lectores, muchos de vosotros llegaréis a aquí por el capricho del azar, y otros
por mera y simple auto divulgación. Pero como tales, se os atribuye el derecho
a opinar, si no bien respecto a las razones que impulsan mis escritos, sí a la
manera de construirlos.
Como
persona ecuánime que soy, no seré yo quien os arrebate dicho privilegio, mas sí
quisiera hacer notar lo siguiente:
“Los
lectores que no sacan ningún provecho de las novelas, sencillamente, no han
descubierto todavía a los novelistas que ven y sienten el mundo igual que
ellos. Y deberían seguir buscando, porque no hay nada tan estimulante, tan
pasmoso como experimentar otras vidas a través de las mismas sensibilidades, de
las mismas curiosidades, inclinaciones, preocupaciones y reacciones, los
estados de ánimo iguales a los propios…, para no hablar de encontrar los
propios pensamientos incipientes ya expresados y confirmados. Leer a un
novelista que es la misma clase de persona que uno (más el genio) es como dar
una vuelta al mundo sin moverse de casa.” Stephen Vizinczey
Con
ello, no pretendo considerarme escritora:
ni lo soy, ni intento serlo. Pero sí escribo por algún motivo, y uno de ellos
es que es reconfortante que haya personas que al leer algo mío se sientan
identificadas (además de la satisfacción propia que da ver hasta dónde se es
capaz de llegar, sin olvidar a su vez, la autocrítica inducida por el paso del
tiempo), lo haga mejor o peor, sé que esas personas lo apreciarán porque yo
también he estado (y sigo estando) en su posición. Así pues, comprended algo
que yo tardé tiempo en advertir: la
literatura sólo es posible entre autores y lectores de mentes y corazones
afines.
He aquí a un materialista que considera "escritor" a quien vive de la escritura, y no en sentido espiritual, sino en metálico.
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