La
página en blanco y la mente colapsada con ideas sin orden alguno, mas el mayor
mal de todos, es que las palabras no fluyen como yo quisiera. La ataraxia que
consigo al realizar una disertación en harmonía me abandona, por el crucial
hecho de no poder escribirla.
A
ti te llamo, inspiración divina; deja que fluyan ágiles de mi mano el contorno
de cada letra, de cada palabra. Déjame hacer poesía en prosa. Permíteme dormir
hoy tranquila; consiénteme ese capricho vedado por mi propio pensamiento,
atormentado por el esbozo de esa noche. No pedí en ningún momento tener esos
recuerdos, y mucho menos si no hay cabida para ninguna decisión, pues sin duda
la espera siempre es la peor amiga. Una espera que ni siquiera sé si es
sincera, o simplemente es resultado de ese afán por el cerebro humano a jugar
con uno mismo.
Pues
yo digo: ¡que se acabe la ilusión! Que las cosas sean simplemente como son, sin
aderezos que vistan el tablado de ese baile de dos.
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