- - ¿Dónde estás? ¿Qué
haces? – grita a pleno pulmón, con una ira interna que termina en sollozo,
desesperada. No obtiene respuesta – Que ¡¿dónde estás?! ¡¿qué haces?!
De
nuevo, nada. Sólo la suave brisa del mar y el roce de la arena en sus rodillas,
que le han vuelto a fallar. Esta noche el mar es sumiso y ajeno a sus
problemas, ciclópeo pero burlón, o eso le parece.
- - Seguro que estás con
ella… – susurra con esfuerzo, esbozando una sonrisa.
Ni
siquiera es consciente de sus pensamientos, de hecho, ni siquiera está
pensando. Se trata de la puesta en marcha de su subconsciente, que la somete a
un bucle si bien más estático que reflexivo. Sumerge sus manos distraídas en la
arena. Ha conducido hasta aquí para hacer algo, pero no sabe qué o quizás no
quiere admitir que lo sabe.
- - Se ha ido con ella,
otra vez.
La
inmensa oscuridad de la noche se funde con su ser, haciéndola consciente de la
existencia de un nuevo mar, ése que anida en sus adentros, que la ahoga y le
filtra hasta los huesos, que arrastra el sentimiento.
Ella,
cuán cuadriculada era, minuciosa hasta el más mínimo detalle, cometió un error:
se dejó llevar. Dicen que las heridas sanan, pero nadie cuenta que el dolor
permanece aletargado, oculto tras una vestimenta rudimentaria del más puro
sarcasmo y cinismo hasta hacernos creer que la pena se ha desvanecido.
Ha
sido todo un juego y ella un simple peón, el soldado a primera línea en el
campo de batalla. Él, ¡cómo rompió sus esquemas! ¡Cómo esquivó la ecuación! Uno
más uno, no siempre son dos. El sentimiento que hasta no hacía mucho era
desconocido, es para ella, un error divino con un trasfondo sublime: puro
entretenimiento para los Dioses. Menudo
mundo titiritero. Pero por poco tiempo, pues no saben lo que han hecho.
Sube
al coche de nuevo, se ha equivocado de destino. Jamás había hecho relinchar
tanto esos caballos. Si ella iba a ser un número impar en la ecuación, entonces,
no habría ecuación. La libertad era
suya, esta vez le tocaba mover a ella.
No
fue hasta que lavó sus manos ensangrentadas, que supo que la muerte y la vida
sólo existen para que alguien saboree el poder al jugar con ellas, mientras
Hades ríe y Afrodita llora.
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